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lunes, 26 de junio de 2017

¿Qué quiero?



Ya no sé ni lo que quiero y si respiro más que ayer, 
ya no sé si la esperanza es lo que tengo que perder. 
Si el amor  no existe y el fumar es sano, si cantar es malo, y vivir también. 
Ya no sé nada, no entiendo nada, no soy nada, vacío que se rompe en un instante y que se ha desvanecido. 
Soy polvo en una arena que se calienta por el sol, que arde por el viento y por el calor. 
Que fluye como las venas por el cuerpo, pero algún día romperán, hundirán y matarán, 
como una orquesta sin músicos y como un gran malestar.

Estrellas.

Miras al cielo y no ves más que lucecitas en un océano de oscuridad,
que gritan y adivinan, cuál es tu malestar.
Que desean que sonrías, que cantes al compás, pero tienen claro que ese día no lo harás.
Que ese día solo ves la oscuridad, ese océano profundo el cual no quieres navegar.
Solo huir, nadar, hasta un límite quizás,

pues es el límite que tú misma no quisiste sobrepasar.

Sin rumbo.

Camino sin rumbo fijo y cada vez siento más peso entre mis piernas,
entre los versos de las letras que gritaba en la mañana,
entre los pies que caminaban hacia una luz obnubilada.
Me quedo sin voz y sin fuerza en las vocales,
 en las sílabas y rimas que soltaba en los portales,
 donde la gente pasaba mirando hacia delante, pues la vida es aquello que ocurre y que pasa mientras cantes.
Cantar es lo que quiero y bailar al ritmo de las estrellas, que me comunican un sinfín de actividades; amar, ver, oler y sonreír, lo que falta, lo que añoro, una sonrisa es mi esbozo.
 De aquella pintura que nunca terminé,
de esos versos que no acabé,
de ese beso que no fue,

de esas piernas que dejaron de correr.