esos pedazos de puzzle
que quedan por encajar.
Esas piezas, aquel desván.
Mi alma.
Como ese cuarto,
tan desordenado y a la vez vacío,
como mis sentimientos.
Sin esperanza; me quedo sin aliento.
El aliento de mi boca que
quedaba tan bien diciendo tu nombre.
Mis manos heladas que se calentaban tan
bien
al entrelazarlas con las tuyas.
Hablemos de mis ojos.
Los ojos como un bosque,
un bosque en invierno,
frío, con poca luz, sin ganas.
Que ni el mismísimo sol lo enciende,
que ni tú me encendías.
Porque la persona que me ayudó a
levantarme,
hoy me deja caer,
caer a ese océano profundo de lágrimas
que desordenan mi vida,
como el desván, sí.
Y hasta ese cuarto es más bonito que
todo esto.
Que el cielo en el mejor día de
verano es gris.
Que la mejor sensación de la vida es
mala.
Que llenas y a la vez desgastas.
Mi corazón se cansa,
de esperar, de sentir, de seguir…
intenta prosperar, alcanzar esa meta,
luchar…
y no puede, le cuesta pero prosigue,
continúa, avanza,
quiere más…
Y no sé si eres tú que me quitaste
las ganas,
o que hacía tiempo que mi alma se
desmayaba.
De eso hablamos, de mi alma…
huye cuando cree verse en peligro,
y es que,
nunca ha parado de huir.
Me abandonó sin razón,
¿y mi corazón?, ¿qué hará él sin mi
alma?
si eran las piezas que faltaban
para dejar de odiar.