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martes, 29 de marzo de 2016

Nunca más volverá.

Pasas por delante de todas esas calles y los recuerdos te golpean la cara.

Y las lágrimas recorren las mejillas que un día fueron acariciadas por él.

Y cada vez es más insoportable y cada vez más fuerte.

Y el dolor no cesa, prosigue, no para.

Y tú, pensando en cómo salir de ésta te das cuenta de que estás atrapada, que él te atrapó.

Te cogió y te metió en el fondo con más oscuridad de todos los fondos de este universo, para que te quedaras allí eternamente, metida en una esquina de su mente, de su pequeño y roto corazón, en su inmensa y alumbrante alma.

Y sin puertas de salida deja cada hueco para que no puedas escapar,
para que cada día te atormentes y recuerdes que tú, antes, ocupabas todo ese espacio,
y que por tu culpa estás ahí, en ese pequeño trozo de su amor.

Amor que dejó atrás en esa última mirada que ninguno sabía pero que era la final.

Final como todos los cuentos e historias que jamás sucederán,
porque esto, tristemente, es la vida real.


Real como todos los besos que nos dimos,
y tan real como los que nunca nos volveremos a dar.
Poco falta para la batalla,
recoge la fortaleza, salta, grita,
pues nunca más volverá.

Es tu única e inesperada oportunidad.

lunes, 28 de marzo de 2016

No es un dicho, sino una realidad.

Me llama la atención cómo dos simples palabras te pueden hundir.
''¿Qué tal?'' y te pones nerviosa. Miras hacia abajo y suspiras. Luego levantas la cabeza, sonríes y dices: ''bien, ¡sí!, estoy bien, ¿y tú?'', y cambias de tema. Y vuelta a empezar. Día tras día te persigue esa pregunta. Y siempre lo mismo. 
Nadie se da cuenta de que bajas la cabeza porque te pesan las lágrimas, y suspiras porque te falta la respiración. 
Nadie se da cuenta de que esa respuesta es tan falsa como la sonrisa que pones a continuación. 
Nadie se da cuenta de nada, ni de tu tristeza ni de tu ira. Y siguen hablándote, todo está bien, claro, tú misma lo has dicho, estás bien. No importa que tus ojos pidan a gritos ayuda, no importa porque tú has dicho que estás bien y por supuesto, ¿cómo ibas a mentir?, ¿por qué mentir?
Pero no se dan cuenta de que estás rota, hundida, desolada... que no quieres preocuparles pero así lo único que consigues es hundirte más aún... lo único que consigues es pensar más y más en el por qué de todo, de por qué no se dan cuenta de lo rota que tienes el alma, de lo cansada que estás... ¿por qué?, y minutos después te sigues preguntando lo mismo pero no hallas respuesta. 

Y es que tal vez no la haya, tal vez de nada sirva que te tumbes en tu cama y no pares de preguntarte cosas sin sentido y te rompas a llorar porque nadie te contesta. Tal vez nada de ésto sirva para nada, pero supongo que todo el mundo se ayuda con lo que puede.

Nunca aceptes un bien por respuesta, ni si quiera te atrevas a preguntar qué tal está, simplemente mírale a los ojos y ellos te dirán si necesitan ayuda. Pues los ojos son el espejo del alma y esto no es un simple dicho, sino una realidad. Hazle sonreír y sé inteligente, una persona que está triste o hundida no te dirá que lo está, pero sí estará deseando que lo averigües por ti mismo para que, algún día, puedas salvarla.

domingo, 20 de marzo de 2016

Toda una eternidad.

Tan rota que hace daño a todos los de su alrededor,
que corta con sus pinchos afilados,
que araña con sus garras de diablo,
de demonio armado.
Armado de valor y coraje para luchar contra todo,
para sobrevivir en este mundo cruel...
Para ella, indefensa, y para él, adherido a su hilo.
Ese pequeño e insignificante hilo que les une,
que jamás les separa y que ni el cielo, ni el aire ni la mismísima Tierra puede con él.
Con ellos. Con su amor.
Esa chica triste que escribe tras una pantalla, contando y desvelando sus sentimientos a desconocidos porque es lo único que le queda.
Rota y consumiéndose como todos los cigarros que jamás tomó.
Consumiéndose como el fuego en cenizas después del baile de máscaras...
¿El baile de máscaras?, enmascarada toda su vida con una falsa sonrisa que hacía creer al mundo entero que era la niña feliz que todo lo tenía.
Esa chica. 
Esa chica valiente y fugaz, como las estrellas que pasaban esas noches,
las noches en las que miraba el cielo y pedía a Dios que le llevara con él, que no podía más.
Pero esa chica siguió luchando por su vida,
por la vida de los de su alrededor, que heridos y sangrando yacían en el suelo,
que a gritos pedían ayuda.
Ella no sabía qué hacer, pues tantos gritos había pegado en el silencio y nadie la había ayudado jamás que decidió huir y dejarles ahí.
Pero qué más da, la chica moriría de autenticidad. 
Volvió, y se salvó.
Sí sí, no les salvó a ellos, se salvó a sí misma. Regresó armada y segura de que podría con todo.

Y así es como los salvó. A sus seres queridos, a todo su alrededor. 
Porque ella volvió, ella continuó su camino, luchó. 
Luchó hasta el final, ¡qué digo hasta el final!, luchó toda una eternidad.