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lunes, 28 de marzo de 2016

No es un dicho, sino una realidad.

Me llama la atención cómo dos simples palabras te pueden hundir.
''¿Qué tal?'' y te pones nerviosa. Miras hacia abajo y suspiras. Luego levantas la cabeza, sonríes y dices: ''bien, ¡sí!, estoy bien, ¿y tú?'', y cambias de tema. Y vuelta a empezar. Día tras día te persigue esa pregunta. Y siempre lo mismo. 
Nadie se da cuenta de que bajas la cabeza porque te pesan las lágrimas, y suspiras porque te falta la respiración. 
Nadie se da cuenta de que esa respuesta es tan falsa como la sonrisa que pones a continuación. 
Nadie se da cuenta de nada, ni de tu tristeza ni de tu ira. Y siguen hablándote, todo está bien, claro, tú misma lo has dicho, estás bien. No importa que tus ojos pidan a gritos ayuda, no importa porque tú has dicho que estás bien y por supuesto, ¿cómo ibas a mentir?, ¿por qué mentir?
Pero no se dan cuenta de que estás rota, hundida, desolada... que no quieres preocuparles pero así lo único que consigues es hundirte más aún... lo único que consigues es pensar más y más en el por qué de todo, de por qué no se dan cuenta de lo rota que tienes el alma, de lo cansada que estás... ¿por qué?, y minutos después te sigues preguntando lo mismo pero no hallas respuesta. 

Y es que tal vez no la haya, tal vez de nada sirva que te tumbes en tu cama y no pares de preguntarte cosas sin sentido y te rompas a llorar porque nadie te contesta. Tal vez nada de ésto sirva para nada, pero supongo que todo el mundo se ayuda con lo que puede.

Nunca aceptes un bien por respuesta, ni si quiera te atrevas a preguntar qué tal está, simplemente mírale a los ojos y ellos te dirán si necesitan ayuda. Pues los ojos son el espejo del alma y esto no es un simple dicho, sino una realidad. Hazle sonreír y sé inteligente, una persona que está triste o hundida no te dirá que lo está, pero sí estará deseando que lo averigües por ti mismo para que, algún día, puedas salvarla.

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