Todo es una mentira, la vida es una mentira.
Lo bonito en realidad es lo feo, lo horrible.
Lo que crees menos tenebroso al final acaba asustando.
Como el amor, que parece que te salva y acaba asustándote la manera en que puede llegarte desgastar.
Lo que creías mejor, acaba siendo lo peor.
Y podría seguir comparando las miles de cosas que creemos
ver buenas y en realidad son malas.
Como la vida, la pintan de un color muy bonito pero en
realidad todo es gris, y en el peor caso, negro.
¿y qué hablar de todo eso que creemos que es malo?
¿y si los gatos negros dieran suerte porque son como la
vida, negra?
¿y si el día 13 fuera el único día en el que todos los seres
humanos pueden descubrir parte de la palabra ‘felicidad’?
Pero no, siempre nos cegamos en el pensamiento con el que
nos criamos y no queremos seguir descubriendo, investigando sobre ese más allá,
lejos de toda esta rutina.
Y yo creo en la mala suerte,
en lo malo,
creo que los espejos rotos dan buena suerte,
igual que creo que cuando estás segura de que todo va genial
algo se tuerce y acaba cayendo, cae a ese vacío del que nadie quiere hablar por
miedo a tropezar y hundirse en él,
pero a mí no me da miedo,
porque el miedo en realidad no existe,
es sólo una mentira más.
Que ya no soy esa tonta que cree en los finales felices, que
cree que todo el mundo al final encontrará a alguien y se amarán toda la vida.
Que la luz al final del túnel sólo aparece si te adentras en
lo oscuro y nosotros nos empeñamos en que todo es bonito o que todo debería de
ser bonito en nuestra vida,
pero en realidad nada
es bonito si no ves las cosas malas, lo oscuro, lo negativo, la mierda, el
vacío, te mentirías a ti mismo y a la persona que está a tu lado,
seamos realistas,
al final, todo lo que creías perfecto; desvanece.
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